jueves, 20 de octubre de 2011

Ni techo ni voto

Por Jeanette Romina Juárez

La dama del Congreso –una mujer de unos 60 años que pide que la llamen así para no dar su nombre- vive en la calle, en Riobamba y Avenida Rivadavia, desde hace 13 años, cuando abandonó a su marido porque la maltrataba. Mientras seca sus pocas ropas que se mojaron tras la lluvia cuenta que si bien tiene documento de identidad no votará en las elecciones del 23 de octubre porque hace tiempo que no cree en el sistema político, que según ella, es un mundo que favorece sólo a unos pocos. La última vez que votó, lo hizo por Raúl Alfonsín hace casi 30 años y si tuviese que hacerlo ahora elegiría a Cristina Fernández de Kirchner sólo porque es mujer.

Aunque organizaciones civiles estiman que son aproximadamente 15 mil, según el Gobierno porteño son 1400 las personas que viven en las calles de la ciudad de Buenos Aires. Unos pocos ofrecen su punto de vista respecto a las elecciones, muchos parecen perdidos o alcoholizados y otros no responden. Para la mayoría de ellos estas elecciones pasarán inadvertidas.

En Parque Avellaneda està Roberto Leis. La firmeza de sus palabras es contundente : “No voy a votar, no tengo documento de identidad, recursos ni ganas”. Roberto tiene 51 años y reside en una plaza ubicada en la calle Mozart al 900 bajo el puente de la autopista 25 de Mayo. Sus únicas pertenencias son una jarra de acero, dos almohadas, diarios viejos y un pequeño colchón donde no cabe su cuerpo entero. Mientras dobla hojas de diario – sin querer decir porqué lo hace- cuenta que no tuvo una vida fácil. Todos los días trata de sobrevivir por sí mismo y el gobierno no lo ayuda. Son pocas las explicaciones que ofrece cuando trata de justificar su desencanto con la política. Según su opinión, ésta sólo empeora las cosas. Con una mueca de resignación y un tanto de ironía asegura que está contento de no ser parte de ese mundo.

La mayor parte de la juventud en situación de calle no conoce el sistema político, y Alejandra Fadic, de 18 años, lo confirma. Hija de una madre alcohólica y hermana de tres chicos menores de edad, camina sobre la calle Emilio Castro al 5200 en busca de comida, alguna moneda o algo que pueda serle útil. Conoce las calles y asegura que ellas le enseñaron mucho pero no lo que debía aprender. No sabe cómo es el proceso de votación y aunque sus palabras no lo digan, la expresión en su rotro refleja un dejo de tristeza. Finalmente se da media vuelta y continúa su búsqueda.

Muchas personas pasan sus días tratando de conseguir un lugar para dormir, improvisan sus camas con cartones y telas viejas, tratan de sobrellevar el frío y de callar el hambre, todos tienen una historia diferente, una angustia propia. Para ellos las elecciones son tan sólo un juego más al que no fueron invitados.

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